El
último sábado de Agosto estuve en las fiestas de Alcalá de Henares, fue
uno de esos días que sales con la idea de estar un poco y acabas
volviendo a las tantas habiéndolo pasado fenomenal, por la gente, el
ambiente, y porque no tenías pretensiones para esa noche. Pero es que
además, ese sábado dejó 3 perlas en forma de lecciones sobre las mujeres
que os comento a continuación.
1) La
primera sucedió al inicio de la noche. El grupo femenino estaba
revolucionado porque iba a venir un hombre que las tenía locas y que
querían se liase con una de sus amigas. Mi amigo Manza y yo, estábamos
impacientes porque llegase para ver que es lo que tenía y aprender de
él, que siempre viene bien. Y el hombre llegó, se trataba de un hombre
de unos 18 años (10 menos que ellas), aproximadamente 1.85 m de altura,
tan delgado que era igual de ancho que de profundo, con pelo largo lacio
y barba de 2 meses, lo que unido a su vestimenta le conferían una
imagen sencillamente de guarro. Entonces pensé que sería su forma de ser
lo que las atraía, pero nada, en toda la noche no habló apenas, y
cuando lo hizo tampoco fue especialmente divertido o con carisma. Era
eso, un chico de 18 años, tímido, que estaba en una fiesta con gente
mayor. Así que pregunte que era lo que las atraía, y la respuesta fue
que era “argentino”, y al amparo de ello, el ser guarro se convertía en
ser salvaje, y la edad se obviaba a pesar de que les gustaban los
hombres mayores. Y es que como llegaron a reconocerme, en el mundo de
las tías no es lo mismo decir que te has liado con un tío guapo,
interesante etc. que decir que te has liado con un argentino, es como
que le confiere un caché especial a la historia. Y luego los
superficiales somos los hombres.
2) Después,
a lo largo de la noche hubo un momento tenso, de una chica hacia un
amigo suyo. La chica explotó y soltó toda su rabia contenida hacia los
hombres. Decía que ¿Por qué tenia que agachar la cabeza o cortarse al
pasar al lado de una obra por temor a lo que le dijeran?, que ¿porqué no
podía soltarse a la hora de bailar por temor a que algún baboso fuera a
darle la plasta?, o que ¿Por qué tenía que cortarse a la hora de vestir
algo por temor a que pensaran que ella era algo que no era?. Tiene toda
la razón del mundo, aunque tampoco es cuestión de echar toda la culpa a
los hombres. Recuerdo en Inglaterra haber hablado entre tíos de cómo
visten algunas inglesas y lo atractivas que se ponen, y llegar a la
conclusión de que en España no podrían hacerlo no por los tíos
sino por las tías, porque les agregarían el elegante adjetivo de “puta”
o “guarrilla”. Pero en fin, volviendo a la chica, como argumento
estrella dijo que si ella durmiera con ese amigo sin ninguna pretensión
pero en un momento de la noche ella se le echara encima seguro que el
otro iba a acabar queriendo follar con ella. O sea, los dos son amigos,
no hay intenciones mas allá, es ella la que ataca, lo consigue y se
queja del comportamiento del otro. ¿Alguien lo entiende?.
3) Después
de esta conversación, la gente se fue, mi amigo y su novia se fueron a
dormir, y nos quedamos una chica y yo hablando de la conversación
anterior, cada uno tumbado en su sofá y recibiendo el sueño que llegaba.
En un momento de la conversación, ella para explicar su argumento me
comentó que ¿Qué pensaría yo si ella se me echara encima? Yo le respondí
que no tendría porque pasar lo que la otra había dicho, pero también
pensé ¿me está tirando los tejos?. Al poco tiempo la gente que se había
ido volvió, y buscando la distribución para dormir, decidí irme a la
cama de la habitación que me había ofrecido la novia de mi amigo. En mi
camino, me topé con la chica del salón. Se me lanzó, pero lo transformé
elegantemente en un beso en la mejilla y un abrazo. Definitivamente me
estaba tirando los tejos, y yo tenía claro que no quería nada. Me
comentó que los que quedaban en el salón estaban hablando de nosotros
(como si hubiera algo de que hablar), y de cómo distribuirnos para
dormir. Así que buscando la tangente, le hablé de la habitación de
matrimonio que quedaba, para que se fuera con alguien del salón. Así que
me tumbé en mi cama y al poco volvió a aparecer, esta vez me habló de
que no iba a pasar nada esa noche “porque estaba esa gente” y me fue a
dar un beso como amigos, por lo que según se acercó le mostré mi
mejilla, como amigos, pero ella iba a los labios, y le pregunté que si no
quería un beso de amigo, a lo que me respondió que no quería un beso de
amigos sino uno de verdad. Lo intentó una primera vez y giré la cara,
lo intentó una segunda, y lo mismo, y entonces ella me preguntó el
porqué. La verdad es que podría haber sido la mismísima Giselle Bundchen
que no me habría liado con ella por algo tan sencillo como la respuesta
que le di: “Mi cabeza no está en este sitio”. Y era verdad, estaba en
otro, o para ser más exactos con otra. Y es que tener a una persona en
la cabeza es lo que tiene, te da igual quien se ponga a tiro que no te
interesa. Viéndolo luego con tiempo, primero me sentí mal por no
habérselo dicho más elegantemente, para no herirla pues era una tía
maja, pero luego repasé la noche y cierto es que estuve a gusto con
ella, como con los demás, y que a lo más que llegué fue a poner mi brazo
sobre su hombro. De hecho lo hago mucho con mis amigos, lo cual
siguiendo su razonamiento me lleva a preguntarme ¿pensarán ellos que soy
homosexual por ello?. No creo, pero hay que reconocer que las mujeres
lo tienen tan fácil, que a veces dan por hecho cosas que no son.
Como moraleja uno saca: Que las mujeres no
son más profundas que los hombres, que para ellas no todo es positivo en
el inmenso poder que tienen sino que también sufren sus efectos
secundarios, y que siguiendo con lo anterior, tienen tanto poder que dan
por sentado que todo el mundo va a sucumbir a sus encantos. Y Tú, ¿que
opinas?.
Jose Antonio Rodríguez Clemente
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