Esta
noche me invitó a cenar mi amiga Ruth en su casa. Al hilo de preparar
la cena, poner la mesa y disfrutar de la sobremesa, las palabras y las
conversaciones fluyeron de manera natural y sincera.Vamos, estaba tan a
gusto que le habría confiado el número de mi tarjeta de crédito si me lo
hubiera pedido.
Y
es que cuidar el contexto es fundamental, porque relaja y predispone
para que se produzca una conversación tan natural y fluida como la de
esta noche. Yo reconozco que más de una vez he pecado de ser demasiado
directo, y de no cuidar ese contexto para crear un buen ambiente. Así
claro, he generado tensión, la otra persona se ha puesto a la defensiva,
y al final me ha salido el tiro por la culata, para que os voy a
engañar.
Es
ese toque humano, sencillo pero complicado a la vez de lograr, y que
depende realmente no sólo de uno mismo, sino también de la
predisposición de la otra persona, de que esté receptiva y no genere
tensiones inútiles. Solo así se puede lograr ese clima, donde se está
tan a gusto que comunicarse es un placer primero, y un intercambio de
ideas y sensaciones después.
Eso
si, si en vez de con un amigo o amiga, estás con la persona que
quieres, y le añades un buen vino, unas velas, unas caricias oportunas, y
un par de palabras al oído, os aseguro que la otra persona se os
derrite, y que el momento además de tener un toque humano, tiene su toque mágico.
Así que visto lo aprendido en esta cena, estoy como loco por preparar una y ponerlo en práctica, ¿quién se apunta?
Jose Antonio Rodríguez Clemente
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