Dicen
que durante nuestra infancia-adolescencia creamos a nuestros ídolos, a
nuestros héroes, a los que queremos imitar y parecernos, en lo que hacen
y en su forma de ser. Luego podemos conocer a otros mejores que ellos,
pero el aura de carisma y misticismo ya se lo hemos otorgado a los
primeros, que con los años pasan al estado de leyenda.
Septiembre
de 1984, mi madre para que tenga una actividad extraescolar me apunta a
baloncesto, el deporte de mi vida, en el polideportivo municipal del
barrio de San Blas, apenas a un par de Km. de donde vivía en la calle de
Río Nervión, en el Barrio Bilbao de Madrid. Pasados unos meses, se hace
un equipo para el cual me eligen, y sobre unas humildes camisetas
interiores de Abanderado, tenemos que coser nuestros números de skay en
la espalda. Yo no tenía duda, el mío era el 10, porque nací ese día,
porque es el número de la perfección, y porque era el número de Fernando
Martín.
A
las mujeres, a la hora de hablar de un hombre con esa fruición con que
lo hacen, se fijan según el gusto en tipos como George Clooney,
elegantes, con atractivo, y un toque de maldad. Los hombres cuando nos
fijamos en un hombre como icono de masculinidad, desde el punto de vista
de ídolo, nos fijábamos en tipos como Fernando Martín. Un tipo duro,
honrado, valiente, que no le pierde la cara a la vida, y por supuesto
con atractivo, y con uno de los mayores carismas que haya visto en mi
vida.
Finales
de la liga ACB de 1989, 2º partido. El Barcelona gana la serie al mejor
de 5 partidos por 1-0 después de haber ganado el primer partido por 25
puntos de diferencia. El equipo del Real Madrid se encuentra comiendo en
el restaurante del hotel, la situación no es muy optimista pues pese a
las estrellas que entonces tenía (Petrovic, Rogers, Biriukov, etc.), el
líder sin duda era Fernando Martín. Él no podía estar con sus compañeros
y se había perdido el primer partido, porque se había tenido que quedar
en Madrid por unos terribles dolores en la espalda que le mantenían
postrado en la cama. De repente, se abre la puerta del restaurante y
aparece él, se hace un silencio sepulcral, y él impasible como siempre
dice: “Yo no me he levantado de la cama para perder”. Como si se tratase
del héroe de una película, que aparece a última hora para solucionarlo
todo. El partido se ganó sin duda. La liga… fue ya otro cantar, aunque
recuerdo eso sí con un arbitraje lamentable que expulsó a la mayoría de
jugadores del Madrid en el último y definitivo encuentro.
Para
todos los que como yo pertenecemos a la generación de los 80, entre los
iconos de la década: La movida; el mundial 82 y naranjito; Mazinguer Z;
el 1,2,3; la bola de cristal; el coche fantástico, etc. se encuentra
también la medalla de plata de baloncesto en los Angeles 84. Eran otros
tiempos, donde como dice la canción “España está aplastando a Yugoslavia
por 20 puntos arriba”.
Recuerdo
el día que murió, yo jugaba en el equipo de Baloncesto de San Fernando,
y estábamos en Torrejón de Ardoz jugando un partido contra el equipo
local. Al terminar, en la cafetería nos enteramos, nos quedamos helados.
Un héroe se nos iba. Durante toda esa semana en el instituto fue el
tema de conversación general, increíble y menos por un jugador que no
era de fútbol, en una España donde los telediarios sólo hablaban del
deporte rey y poco más. Durante esa semana, me dediqué a coleccionar
todo aquello que aparecía en la prensa, como una feligresa hace con las
estampitas de sus santos favoritos. Quería, que ya que perdía a mi héroe
o ídolo, por lo menos perpetuar su leyenda; y aún hoy 20 años después
cuando viene a mi mente su imagen, siento lo mismo, ese impacto que
produce cuando te encuentras a alguien al que admiras y con ese inmenso
carisma que el tenía.
El
abrió puertas, fue el primero, como Santana, Ballesteros, o Fernando
Alonso en otros deportes. Hoy en día podríamos decir que ha encontrado
un sucesor, aunque distinto de forma de ser, pero igual en la grandeza
de su carisma: Pau Gasol. Si me apuráis, esta claro que Pau es mucho más
grande como jugador, y lo valoraremos en su justa medida cuando se
retire y pase a ser leyenda; pero para mi y para los que como yo
crecimos en los 80, disfrutando y conociendo un deporte que entonces se
hizo un hueco para ser lo que hoy es, solo hay un numero uno y ese es:
Fernando Martín.
Jose Antonio Rodríguez Clemente
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