“Y
¿Qué vamos a hacer cuando los hombres no nos miren?” se preguntaba a sí
misma una mujer en un reportaje del programa Documentos TV. “Pagar”,
respondía. El reportaje en cuestión hablaba del sexo de pago en las
mujeres. Y es que, la culminación del proceso de igualdad entre hombres y
mujeres en nuestra sociedad, ha traído consigo que actitudes que hasta
ahora estaban circunscritas al ámbito masculino, se vean ahora también
en el femenino.
Una
noche estaba en la pista de una discoteca hablando con un amigo, al
mirar a mi alrededor, veo al final de una escalera que subía a una chica
que, coqueteando me hace un gesto y me invita a subir. Como yo pasaba,
le devolví el gesto al contrario, que ella bajara a la pista. Ella
volvió a hacer el gesto de subir, y yo el de bajar, y así nos tiramos
jugando un rato. Unos minutos después,
mi amigo con el que continué hablando, me llamó la atención sobre que
la chica en cuestión y otra amiga se habían puesto a nuestro lado.
Empezamos a hablar y me dijo: “¿Tú no eres de Madrid, verdad?”. Vamos
que el nacer, criarme y vivir la mayor parte de mi vida en Madrizzzz no
me ha servido de nada. Y todo porque, ante sus gestos, yo no había ido
donde ella estaba.
Estas
2 historias, que en principio parece que no tienen nada que ver, tienen
un punto en común: Que ante la falta de conseguir que le den lo que
desean (y nunca mejor dicho), acaban pasando a la acción para
conseguirlo.
Yo
nunca he pagado por sexo, va en contra de mis principios. Ante esa
idea, siempre ha salido la misma respuesta “¿Pagar yo? ¿Me pagan ellas a
mí cuando lo hacen? No, pues entonces”.
Pero
que yo no lo haga, no quiere decir que no respete a los que tomen esa
opción. Los que demonizan a los que usan los servicios de prostitutas,
suelen acusarles de fomentar la esclavitud humana, y el tráfico de
mujeres que aparece en muchos casos. Son cosas relacionadas, pero no es
lo mismo.
En
el reportaje venía a decir que, en el sexo de pago, mientras las
mujeres buscaban más la intimidad y comunicación (producto de que la
parte más carnal por defecto siempre la han conseguido más fácilmente),
los hombres van más al sexo puro y duro (producto de tener más llena la
otra parte, pues las amistades en los hombres suelen ser más sinceras).
Al fin y al cabo, tanto hombres como mujeres buscamos llegar al mismo
objetivo, pero por distintos caminos. Así que, ¿Quién soy yo para juzgar
a otro porque elige un camino distinto al mío?
Jose Antonio Rodríguez Clemente
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