Amar
es combatir. En esta guerra, es el corazón lo que uno se juega, y en
ella, intriga pasión o celos forman parte del mismo lote. Así uno se
juega la parte más intima de uno mismo, para perder la mayoría de las
veces y ganar las menos. Pero sabemos que si alguna vez ganamos, habrá
merecido la pena luchar, y por eso seguimos ahí intentándolo una y otra
vez.
Siempre
he admirado a la gente que sabe sublimar sus sentimientos, de hecho
durante años yo fui uno de ellos, haces como si el sentir no existiera y
lo tratas de tener controlado, aséptico, para que no te afecte, para
que no te moleste. No quieres que algo que no está bajo tu control pueda
afectarte tanto a tu vida, y haces que simplemente no exista.
En
mi caso tengo un defecto: Soy una persona pasional. Y eso, cuando te
puede llevar a darte la hostia, hace que por protección te dirijas a lo
contrario: A ser totalmente racional, a analizarlo todo para tenerlo
bajo control. Y esto en el mundo de los sentimientos es imposible. Ya
venía a decirlo Osho respecto a los celos, pero puede extenderse al
resto de sentimientos relacionados con el amor, que al fijarnos en las
repercusiones que tenga en el mañana lo que hacemos hoy para así no
perder a quien amamos, no nos fijamos en lo que deberíamos: En el
presente, y en amar cada día como si fuese único, que sería lo que
realmente deberíamos hacer para ganar a la persona que queremos y no
perderla.
De
hecho una de las pseudodefiniciones de amar, dice que amar es dar sin
esperar nada a cambio. Yo creo que no, que no sólo es eso, al menos a la
hora de amar en pareja, que lo que necesitas es dar y recibir. Recibir
cariño, porque con ello fundamentas la relación, porque sinceramente por
mucho que queramos a una persona, si no recibimos su cariño acabaremos
por perder interés en ella. Y puede que lo encontremos en otra, en otra
que nos de ese cariño.
Porque
no nos engañemos, lo que buscamos todos es la felicidad si, pero
entendida como esa paz interior, estabilidad o seguridad. Por eso
necesitamos ese cariño, y cuando no lo tenemos a la larga esa persona
nos transmite inseguridad, y perdemos el interés en ella. De hecho,
siempre en una relación a la larga buscamos unas metas, para tratar de
definirla, afianzarla y saber el terreno por el que pisamos (un ejemplo en una relación clásica sería el momento de meterse en un piso).
Así
también es normal que cuando alguien se acostumbra a estar y vivir
solo, no queremos a nadie, porque creamos un microcosmos de estabilidad,
de nuestras cosas, pequeñas rutinas y placeres, que no queremos a nadie
que pueda interferir en él alterándolo, no pudiendo hacer lo que nos
plazca. Y lo que puede ser peor, tenemos que contar con esa persona para
lo que hagamos y darla explicaciones. Y por eso nos cuesta tanto
abrir esa puerta a una nueva persona.
Jose Antonio Rodríguez Clemente
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