“Si
es que eres un tío calienta” decía mi amigo, y yo me reía. Pero era
cierto, ahí me teníais en medio de copas, risas y confidencias de
amigos, relatando mi última aventura-desventura.
Y
la verdad es que estuvo bien, por una vez me sentía como una tía (quizá
haya habido alguna más, pero no es cuestión de tirar de hemeroteca). Yo
quieto, simplemente siendo yo y disfrutando de un poder… de atracción
que no viene de serie en un chico y menos en Madrid.
La
situación fue de manual: Risas, charla, buen rollo, y yo que noto algo,
pero no… no puede ser. La chica, es una chica cañón: Guapa, atractiva,
con curvas, por fuera; y por dentro inteligente, atractiva, femenina, y
activa. Pero yo sólo me limito a ser yo, no voy especialmente arreglado
ni cuido las formas o los pasos. A fin de cuentas no voy de caza, no
tengo porqué; estoy tranquilito, en paz conmigo mismo y no busco nada.
Estoy ahí charlando sin más, sin segundas intenciones, exactamente igual
a como podría estar charlando con mi amigo Jose… y os puedo asegurar
que mi amigo Jose no me pone.
Mesas
y sillas de taburete, pero ella después de ceder a mi invitación a
sentarse y mantener las distancias, se incorpora. Seguimos hablando, se
acerca y acorta las distancias, y me siento… “violento”. No estoy
preparado para esto, la naturaleza animal me ha enseñado a que cuando
una chica está a menos de 5 cm de mi cara, girar la mia y darla un
bocado como a una presa, y no digamos si está tan tremenda. Una S en
movimiento, ¿y yo digo que no?, ¿Qué fuerza sobrehumana me retiene a mi
instinto animal?.
Se
lanza a mi cuello, con esa frase de “al final me he tenido que lanzar
yo”. Y aquí viene mi no, pero auxiliado además por el camarero -cual
ayuda en Pressing Catch- al indicar “perdón, pero vamos a cerrar”. Y yo
“ufff, gracias Dios por quitar al diablo de mi”
Me
sirve de excusa para salir de la situación, y no tener que ser más
seco. Después de ese día hubo un par de intentos más por quedar, pero
elegantemente los evité. Puede que crea que debo decir que no a la
tentación, pero mejor evitarla para no tener que decirlo. Luego el
tiempo y la distancia hacen que la cosa se enfríe y pase página.
Pero
aquí vienen mis dudas, ¿he hecho bien, o simplemente soy un pringao?
¿Habrá merecido la pena resistirme al diablo y a todos sus encantos? No
se, en el próximo capitulo os lo contaré.
En
fin, nadie dijo que en la vida la cosa fuese fácil para los chicos,
pero como decía aquel “Es mi vida, no quiero cambiar, los chicos no
lloran tienen que pelear”.
Jose Antonio Rodríguez Clemente
No hay comentarios:
Publicar un comentario