Todos
hemos vivido a lo largo de nuestra vida lo maravilloso que es estar
enamorado, sobre todo al principio, en ese momento en que todo es nuevo y
reluciente, y en el que dices “estoy servido” al reparto de cartas que
en tu vida hace la suerte.
Ves
pasar a las demás mujeres -aquellas por las que antes girabas tu cuello
al pasar- como si de jarrones fuesen, y mientras los demás tíos babean
por sus encantos piensas “sí, están bien, pero yo tengo a alguien
mejor”. Y te das cuenta lo afortunado que eres, disfrutas
sólo con mirarla y ver su sonrisa; porque cada cita es un
acontecimiento, y se hace siempre tan corta, y vuelves siempre a casa
saboreando los momentos vividos, sintiéndote especial, porque ella
simplemente es… especial.
Es
un sentimiento, y a veces pasa y desaparece como si de una aspirina
efervescente se tratase, las relaciones y las personas cambian, pero los
momentos mágicos como estos se recuerdan toda la vida.
Por
ello, si alguna vez tienes la oportunidad de vivir un momento así, lo
mejor es vivirlo con toda la intensidad del mundo, porque sólo se vive
una vez, y este mundo -que a veces es una mierda porque en si lo es y
porque nosotros nos empeñamos en hacerlo un poco más- a veces tiene este
tipo de oasis, y merece la pena vivirlo al máximo y, si es posible,
tratar de hacer que dure… para siempre.
Jose Antonio Rodríguez Clemente
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